Uzbekistán: La Ruta de Samarcanda
- Duración
- 8 días
- Tipo de circuito
- Circuito
Uzbekistán te va a sorprender ya que es un país desconocido para muchos. Con una larga historia esta tierra era parada obligatoria en la famosa Ruta de la Seda por lo que, su riqueza del pasado le ha dejado el patrimonio del presente, el cual vienen a visitar muchos turistas de todas partes del mundo. Recientemente independizado de Rusia, concretamente en 1991, Uzbekistán ha sabido conservar sus raíces persan y muchas de las tradiciones de antaño aún se conservan. Comienza esta aventura por la capital, una ciudad interesante, donde vive el grueso de la población ya que la Universidad y las instituciones más importantes se hallan aquí. Conocerás esta peculiar urbe a través de una visita panorámica donde recorrerás la Plaza Jast Imom, la residencia del mufti, el Museo de Corán, el Mercado Chorsu, la Plaza de la Independencia y la Plaza de Amir Temur, entre otros lugares. Pero lo bueno aún está por llegar. Jiva te mostrará sus encantos. Minaretes y azulejos turquesas predominan en esta zona, parecerá que estás en un cuento de ‘Las mil y una noches’.
“La tradición del hammam lleva siglos en las vidas de los uzbekos. Lugares tranquilos donde el vapor de agua perfumada con menta y jazmín, hacen de estos baños una delicia para los sentidos”
Bujara y Samarkanda aún te están esperando, dos lugares con una belleza muy especial. Bujara fue una parada en la Ruta de la Seda y parece ser que se conserva casi intacta desde los principios de nuestra Era. Para no perderte detalle conocerás la ciudad mediante una visita panorámica en la que conocerás el mausoleo de Samani, la mezquita Bolo Jaus, la fortaleza Ark y la mezquita Magoki Attory, la más antigua de Asia. Si esta ciudad te ha gustado prepárate para conocer Samarkanda, una ciudad de leyendas y magia, también parada en la Ruta de la Seda. En el corazón de esta ciudad se halla la famosa plaza Registán, que en persa significa ‘lugar de arena’, un monumento de visita obligada.
Vive experiencias únicas
Samarcanda sorprendió al mismísimo Alejandro Magno y Marco Polo dijo al verla que todo lo que había oído sobre esta ciudad era verdad, excepto su hermosa, mucho mayor de lo que podía haber imaginado. La ciudad que podemos admirar hoy en día, un sueño de color turquesa fue obra de Tamerlán, en el siglo XIV. La cantidad de monumentos que encontraremos por sus calles nos dejarán tremendamente impresionados y, sin duda, nos permitirán vivir experiencias únicas. Por ejemplo, la mezquita Bibi Khanum, esposa de Tamerlán, de la que se decía que era la reina de todas las mujeres; monumentales tumbas y mausoleos, como el de Gur-e-Amir, hechos con mosaicos y, por supuesto la fabulosa plaza Registan. Incluso Ruy González de Clavijo, un caballero castellano, embajador del rey Enrique III, ante la corte de Tamerlán, se enamoró de Samarcanda y dijo de ella que sus maravillas eran tantas que contemplarlas era un auténtico portento.
Si queremos un poco de paz, debemos ir a la necrópolis de Shaji-Zinda, un conjunto único, cuyas primeras construcciones aparecieron en torno a la tumba del Santo Kusam Ibn Abbas y que combina monumentos de varias épocas. Precisamente, el más antiguo de ellos del siglo XI, es el mausoleo de Kusam Ibn Abbas, primo del Profeta Mahoma, al que comenzaron a llamar “Shaji Zinda”, que significa “El rey vivo”, ya que, según una leyenda, Kusam no murió, en realidad, sino que bajó un pozo y un día volverá. Uno de los lugares de Samarcanda que no podemos perdernos es su mercado o bazar. Su techo es azul y proporciona una luz casi irreal a los frutos secos, verduras, frutas, carne, o pan. Es nuevo, pero eso no nos impedirá ver cómo son y cómo viven los habitantes de la ciudad en su día a día. Nos cautivará el ir y venir constante de los compradores y de los que vocean su mercancía y nos sentiremos embriagados por sus olores y sus colores. Para profundizar un poco más en la magia y el misterio de esta ciudad, es obligado visitar el museo Afrasiyab, al norte de Samarcanda, y cerca de los restos de la antigua Afrasiyab. En él conoceremos la historia, la cultura y las tradiciones de los pueblos que, a lo largo de los años, han dejado su huella. Gracias a las herramientas, los fragmentos de antiguas espadas, los osarios, las piezas de cerámica, las figuras de terracota, las flechas, las monedas, los cuchillos y las joyas que se han encontrado, los científicos han podido recrear cómo fue el proceso de formación de la ciudad. Además, en el museo, nos asombrarán los antiguos sistemas de canalización. Actualmente, el museo posee más de 22.000 objetos y su número sigue aumentando. Afrasiyab tenía muchas calles y se dividía en barrios. A sus habitantes también les preocupaba la defensa de su ciudad, por lo que construyeron una gran muralla defensiva.
Uno de los atractivos de Samarcanda es que aquí se pueden ver todavía algunos de los oficios antiguos y artesanías que hoy han desaparecido en otras partes. Entre ellos está el proceso de fabricación del papel de seda. En los alrededores de Samarcanda hay una fábrica artesanal de papel, llamada El Meros, donde puede verse cómo los artesanos fabrican, con corteza de morera, algodón y seda, el famoso papel de Samarcanda, hecho a mano y usando tecnología antigua. Y es que la seda, no solo se utilizaba para fabricar preciosas telas, también se empleaba para obtener un fino papel. Durante siglos, Samarcanda, famosa por sus artesanos, y etapa importante para muchos viajeros, sufrió muchas invasiones. Algunas pacíficas a través de multitud de viajeros y caravanas y otras violentas que acarrearon dolor y destrucción. Sin embargo, todas ellas fueron una forma de intercambiar conocimiento, cultura y tecnologías. Allá por el primer siglo de nuestra era, Abu Muslim derrotó a los invasores chinos y estos les tuvieron que revelar el secreto de la fabricación del papel para escribir. Ya en el siglo IX, la producción de papel era una de las artesanías más importantes de la región. El papel de Samarcanda era cómodo para escribir, era también muy suave, tenía buen espesor y no absorbía mucha tinta, lo que, en aquellos tiempos, era un indicador muy importante de la calidad del papel. Además, gracias a que el contraste entre el color marrón del papel y el de la tinta era más adecuado, algunos tipos de papel de Samarcanda eran más cómodos para la lectura.
Esta ciudad uzbeka -también llamada Bujará- es uno de los cuatro lugares que, actualmente, forman parte del Patrimonio de la Humanidad en el país. Bukhara es tan hermosa que resulta difícil no compararla con Samarkanda. De estas dos ciudades se ha dicho que si Samarkanda es la belleza de la tierra, Bukhara es la belleza del espíritu. Bukhara es capaz de responder a todas las expectativas del viajero más exigente, porque reúne todos los ingredientes para ser una de las ciudades más extraordinarias que nadie pueda imaginar. Bukhara es el segundo centro mundial de peregrinación islámica en Asia Central, después de La Meca y su casco histórico fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1993. La ciudad llegó a contar con más de trescientas mezquitas y cien madrasas. De entre las mezquitas destacan las de Bolo Hauz; la de Magoki Attory, que es la más antigua de Bukhara; o la de Mir-i-Arab, que significa “Príncipe de los árabes”, y que se encuentra en la plaza central de la ciudad. Se trata de una maravilla de edificio religioso hecho de piedra y azulejos, que deja atónito al viajero y que debe verse iluminada por la noche para admirar toda su belleza y perfección.
En Bukhara hay un lugar especial, el Complejo Poi Kalon, la Plaza de Bukhara, mucho menos conocida y fotografiada que la del Registán de Samarkanda. Sin embargo, cuando nos situamos en ella y miramos alrededor podemos apreciar que no es menos hermosa. El complejo está formado por tres elementos extraordinarios: la Mezquita Kalon, que tiene capacidad para acomodar a 12.000 personas; el Minarete Kalon, también conocido como la Torre de la Muerte, pues según una leyenda fue durante siglos el sitio desde donde se ejecutaba a los criminales arrojándoles desde lo alto y la Madrasa Mir-i-Arab. Cada uno de estos monumentos es, por sí solo, de una belleza excepcional, pero, tomados en conjunto, son el más hermoso y genuino decorado de una Bukhara inenarrable. En bukhara, también se puede conocer el Mausoleo de los Samánidas, que combina motivos arquitectónicos zoroastrianos e islámicos; el Mausoleo Chor Bakr, que forma parte de una necrópolis que se encuentra a cinco kilómetros de la ciudad; la residencia de Verano del Emir; el complejo arquitectónico de Lyabi Jauz y la ciudadela-fortaleza Ark, que fue inicialmente construida y ocupada alrededor del siglo V d.C. y que durante gran parte de su historia, estuvo habitada por las diversas cortes reales que gobernaron la región. El Arq fue utilizada como fortaleza hasta que llegaron los rusos en 1920. Actualmente, es una atracción turística y alberga museos que exhiben su historia. A lo largo del recorrido por esta hermosa ciudad, nos encontraremos, al doblar cualquier esquina, lugares como el mausoleo Chashma-Ayub (“la fuente de Job”), que se halla en pleno centro urbano y en el que hay una fuente a la que se atribuyen, propiedades curativas y un origen milagroso. También descubriremos numerosos minaretes, cúpulas y madrasas que convierten el recorrido por Bukhara en una experiencia inolvidable.
Para redondear nuestra visita a Bukhara podemos acercarnos a conocer el Mausoleo de Bahouddin Nakshbandi, que se encuentra a unos treinta kilómetros de la ciudad. El mausoleo se construyó en honor de un místico sufí y no deja indiferente. Este lugar sagrado para los sufís estaba hecho, hasta principios del siglo XX en que fue restaurado, una pura ruina, pero los fieles seguían visitándolo con devoción. Los peregrinos daban tres vueltas alrededor de un tronco muerto que consideran sagrado, dejaban unos billetes bajo el mismo, pedían un deseo y trataban de arrancar una astilla que les serviría de protección. El monumento se encuentra cerca de la residencia de verano del emir, en plena naturaleza, y rodeado de hermosas mezquitas y madrasas.
Khiva, o Jiva, es un verdadero museo al aire libre. Se trata de una pequeña ciudad de adobe, formada por un laberinto de madrasas, mezquitas, minaretes y cúpulas, Si viajamos a Uzbekistán pensando encontrar la ciudad de las “Mil y Una Noches”, no querremos marcharnos de Khiva. Entre sus muchos lugares y monumentos dignos de ser visitados, no debemos perdernos, por ejemplo, el Castillo Kunya Ark (“antigua fortaleza”), desde donde podremos ver una magnífica puesta de sol, mientras disfrutamos de la que es, sin duda, la mejor panorámica de la ciudad. Tampoco podemos dejar de visitar uno de los símbolos de Khiva, el minarete Kalta Minor, ni tampoco, por supuesto, el fantástico complejo de Ichan-Kala, una especie de ciudad dentro de la ciudad, rodeada de altas murallas, y que fue el lugar en el que podían descansar las caravanas que se dirigían hacia Irán. Si paseamos por las calles de Kiva, algo alejados del centro, podremos disfrutar y apreciar cómo es la vida cotidiana de sus habitantes.
A lo largo de nuestro paseo por Khiva, tendremos la sensación de haber dado un paso atrás en la historia. Nos dejarán con la boca abierta, el Complejo Tash Hovli, construido en el siglo XIX, el Mausoleo de Phalavan Mahmud o la Mezquita Juma. También aquí, como en Tashkent, resultan muy interesantes las madrasas, entre las que cabe destacar, entre otras, la de Islam Khodja, cuyo magnífico minarete nos dejará profundamente impresionados y que, además, es sede del Museo de la Medicina, dedicado a Avicena; la madrasa Allakuli Khan (o Ali Kuli Khan), que es, posiblemente la más bonita de todas y que tenía noventa y nueve celdas para estudiantes; la fantástica madrasa de Muhammad Amin-Khan; o la de Mohammed Rahim Khan.
La madrasa más grande de Jiva, y también la más grande de toda Asia Central, es la de Muhammad Amin-Khan, en cuya entrada se grabó, en árabe, sobre la entrada: “Este hermoso edificio permanecerá para siempre para la alegría de los descendientes”. La grandeza de esta madrasa nos dejará completamente impresionados. Consta de ciento veinticinco celdas, o hujras. En las celdas de la planta baja hay dos habitaciones contiguas y las del primer piso, además, tienen unos balcones, que seguro que nos llamarán la atención por su singularidad. La madrasa se completa con cinco cúpulas y torres de esquina y su decoración es una maravilla: mayólica tradicional, ladrillo esmaltado y magníficas puertas decoradas con tallado ornamental. En su día, en la madrasa podía llegar a estudiar hasta doscientos cincuenta estudiantes y, en la actualidad, el edificio de la madrasa de Muhammad Amin Khan se ha convertido en un lujoso hotel.
Tashkent, llamada Estrella de Oriente se alza altiva y orgullosa, después de su triste pasado. Seguramente, antes de emprender nuestro viaje, nos preguntemos qué vamos a encontrar en la capital de Uzbekistán, parada obligatoria para comenzar un viaje al país de las mil y una noches. De entrada, nos sorprenderá el contraste entre tradición y modernidad de una ciudad en la que se pueden encontrar museos, restaurantes, hoteles y parques. Pero lo que de verdad nos dejará maravillados son sus mezquitas de altos minaretes, las madrasas decoradas con mosaicos, ancianos sentado tomando té, mujeres con trajes tradicionales, sus maravillosas cúpulas de color turquesa, o jóvenes que cuecen el pan en hornos de barro. Una cosa sorprendente: si nos acercamos por el complejo Khasti Imom, nos llamará poderosamente la atención la poca gente que lo visita, a pesar de que contiene un objeto sagrado de suma importancia, el famoso “Corán de Osmán”. Parece ser que Osmán mandó hacer cinco copias de este Corán, una se la quedó para él y está manchada con su sangre, porque, según la tradición, le mataron cuando estaba leyendo dicha copia y su sangre la salpicó. Las otras cuatro copias fueron para las ciudades más importantes del mundo islámico: Kufa, Damasco, Meca y Basora.
El casco antiguo de la ciudad de Tashkent es el centro de muchos monumentos históricos, como hermosas mezquitas, entre las que destaca la Mezquita Blanca. También merece la pena la Biblioteca, con más de tres mil libros y donde se dice que está el Corán más antiguo del Mundo. También en el casco antiguo, se encuentra el indispensable Mercado Oriental Chorsu, (“cuatro caminos” o “cuatro arroyos”), y que es el antiguo bazar Eski Juva (“Torre Vieja”). Nos impresionará ver su mercancía colorida y su estructura, así como los olores, el ajetreo de las gentes y los constantes gritos de los comerciantes alabando su producto y, si cerramos los ojos por un momento, nos resultará fácil imaginar cómo era este bullicioso bazar, en la Edad Media: un constante desfile de mercaderes, camellos cargados, artesanos, o tenderos y veremos, en nuestra imaginación, las antiguas casas de té, los baños, los caravasares… Se puede decir, sin miedo a equivocarnos, que es uno de los mercados más antiguos, no solo de Tashkent, sino de toda el Asia Central, y lugar muy importante en las rutas comerciales de la Gran Ruta de la Seda. Otro de los lugares, que no podemos dejar de visitar, son las madrasas, escuelas coránicas donde se enseñaba, no solo el islam, sino también otras materias. Entre ellas destacan la madrasa Barak Kan, del siglo XVI; la madrasa Kafal Shahi, del siglo XV y la madrasa Kulaldosh. Los estudiantes vivían, de forma muy austera, en celdas y su preparación les exigía estudiar mucho. De las madrasas salieron personajes tan importantes como Avicena. En la actualidad, en la mayoría de las antiguas celdas, hay tiendas de artesanía.
Desde el 31 de agosto de 1991, fecha de la Declaración de Independencia, Tashkent es la capital del país y, además, la puerta de entrada natural en todo viaje a Uzbekistán. No debemos caer en la tentación de pensar que Tashkent es una ciudad soviética, que no tiene un pasado. La verdad es que, desde el siglo III, se han asentado en ella, por ejemplo, varias dinastías de origen persa, (sasánidas y samánidas). Asimismo, los mongoles del mítico Gengis Khan, pasaron por aquí. Y, curiosamente, el legendario Tamerlán, conquistador de Tashkent, a pesar de no ser uzbeko, es considerado el gran héroe nacional de la patria uzbeca. Hoy en día, Tashkent se ha convertido en una ciudad moderna, cosmopolita y hospitalaria, centro de negocios y la mayor ciudad de Uzbekistán, en la que, aparte de su inigualable patrimonio histórico, artístico y cultural, nos ofrece actividades de ocio para todos los gustos y una divertida vida nocturna.
En Tashkent se mezclan construcciones soviéticas, sólidas y macizas con mezquitas, palacios de cristal, bazares y madrasas. Es una ciudad que nos maravillará, en la que nos sentiremos transportados, en muy poco espacio, del siglo XV o XVI a pleno siglo XXI. El centro de Tashkent está formado por parques, grandes avenidas y plazas enormes. Desde Tashkent podemos ir, sin problema, a casi todos los rincones de Uzbekistán, ya que tiene servicio de autobuses, trenes de alta velocidad y, por supuesto, un aeropuerto internacional. Tashkent es una ciudad tranquila, que nos invita a pasear, con calma, entre fuentes y zonas verdes y que, además, posee lugares que merecen una visita. Por ejemplo, la enorme plaza de la Independencia y la Eternidad, que conmemora el principio de una nueva etapa en la vida de Uzbekistán; o el Memorial, cercano a la plaza de la Independencia, en el que están escritos con letras doradas, los nombres de más de un millón de uzbecos que murieron en la II Guerra Mundial.
Tashkent es una ciudad moderna, con una red de metro fantástica. Nos dejará maravillados sus estaciones, cada una de ellas única, artísticamente decorada y una verdadera obra de arte. En el centro de Tashkent se encuentra la impresionante plaza de Amir Temur, también llamado Tamerlán, un nombre que nos recuerda misterios y leyendas y a quien se atribuye la frase: “si dudas de mi poder, mira mis edificios”. En esta plaza se encuentra la estatua ecuestre del héroe; El Palacio de Foros, el museo de los Temúrides, la Universidad de Derecho, las torres con los relojes de carillón, uno de los símbolos de la capital, así como el emblemático hotel Uzbekistán, con un peculiar diseño, son los edificios más lujosos de la ciudad y se encuentran en los alrededores de la plaza Amir Temur. Así como las plazas de la Ópera y el Ballet y el Palacio del Príncipe Romanov, lugar de celebración de los actos organizados por el Ministerio de Asuntos Exteriores, razón por la cual, solamente lo podremos admirar por fuera.
Uzbekistán, que proclamó su independencia en 1991, fue una de la repúblicas más pobres de la antigua Unión Soviética y uno de los países del mundo por los que más culturas han pasado. Es un país orgulloso, celoso de sus costumbres, pero que, aunque es de mayoría musulmana, veremos que es tolerante con todo tipo de creencias. Nos dejará maravillados la contemplación de sus impactantes montañas, que se elevan en enormes estepas y zonas desérticas y, por supuesto sus ciudades, como, por ejemplo, Samarcanda, por la que pasaron figuras como Gengis Khan, Alejandro Magno, o Tamerlán y que nos trae a la memoria los cuentos de las Mil y una Noches. Los uzbecos son gente muy hospitalaria que nos harán sentir como en casa y, aunque está gobernado con severidad, podemos andar por donde queramos con total libertad.
La principal motivación de muchos viajeros para visitar Uzbekistán es conocer la plaza del Registan de Samarcanda. El solo nombre de esta ciudad evoca exotismo y lujo, misterio y refinamiento. El Registan era la plaza más importante en la Ruta de la Seda, el lugar por donde pasaban y donde se encontraban todos los caminos de esta mítica ruta. Samarcanda y su majestuosa plaza se convirtieron en objetos de leyenda gracias a los mercaderes que aquí llegaban y a los científicos que aquí creaban y diseminaban el conocimiento. Uno no puede evitar quedarse deslumbrado ante tanta belleza y armonía. La plaza es un espacio delimitado por tres imponentes madrasas, cuyas fachadas están cubiertas de azulejos, por encima de las que sobresalen, cúpulas azules y minaretes. Todos los edificios han sido restaurados, aunque en el interior de algunos de ellos, todavía continúa el proceso de rehabilitación. La más antigua es la madrasa Ulugbek, del siglo XV, en la que se estudiaba, sobre todo, astronomía. La madrasa Sher-Dor, del siglo XVII, está decorada con textos islámicos y un increíble tigre con cabellera de león, que da nombre a la escuela. La tercera madrasa, la de Tyllia Kori («obra de arte dorada»), tiene una cúpula maravillosa recubierta de oro, y se sitúa en medio de las otras dos. Al estar en el centro de la plaza, rodeado de tanta belleza, uno no puede evitar pensar que está soñando y que todo lo que lo que hay alrededor es irreal.
El lugar con más encanto de Samarcanda es, sin duda, el mausoleo de Gur-e Amir, también llamado mausoleo de Emir Timur o Tamerlán. Está adornado con mosaicos de ónice, letras doradas sobre un hermosísimo fondo de jaspe verde y lapislázuli. Tamerlán creó el imperio timúrida y fue uno de los conquistadores más temidos de la historia. En el siglo XIV, incorporó a su imperio la mayoría de los países de Asia Central: Pakistán, Afganistán, Siria, Irak, Irán, Turkmenistán, parte de La India, Turquía, Uzbekistán, Rusia… Por ello, no es de extrañar, que este conquistador esté enterrado en un lugar tan emblemático. No obstante, Tamerlan, al morir, ordenó que le enterrasen en Shakhrisabz, una ciudad a unos cien Kilómetros de Samarcanda, y en una tumba modesta. Por ello si Tamerlán levantase la cabeza, se llevaría una gran sorpresa, al ver la magnificencia y el lujo de su mausoleo. El responsable de tanta ostentación fue su nieto, que mandó que le enterrasen en Samarcanda, en el mausoleo más hermoso del país.
Descubre el itinerario
- Alojamiento
- Tashkent
- Desayuno. Almuerzo. Cena
- Tashkent
- Panorámica de Tashkent
- Metro de Tashkent
- Desayuno. Almuerzo. Cena
- Urgench
- Khiva
- Panorámica de Khiva
- Desayuno. Cena
- Bukhara
- Desayuno. Almuerzo. Cena
- Bukhara
- Panorámica de Bukhara
- Desayuno. Almuerzo. Cena
- Samarcanda
- Gijduvan
- Panorámica de Samarcanda
- Desayuno. Almuerzo. Cena
- Tashkent
- Visita mezquita de Bibi Khanum
- Centro de papel de seda
- Desayuno
- Tashkent
Conoce un poco más Uzbequistan
• 1 de enero. Como en muchos otros países, se celebra el Año Nuevo.
• 14de enero. Debido a las diferencias entre los calendarios, los cristianos ortodoxos que viven en Uzbekistán celebran su año nuevo este día.
• 8 de marzo. Día Internacional de la Mujer.
• 21 de marzo. El equinoccio de primavera se celebra el año nuevo zoroastra, llamado Navruz.
• 31 de marzo. Cumpleaños del Profeta: los musulmanes uzbecos conmemoran el nacimiento de Mahoma.
• 9 de mayo. Día de la Victoria. Se conmemora la fecha en que el ejército alemán fue derrotado en 1945 por parte de la Unión Soviética, poniendo fin a la Segunda Guerra Mundial.
• 1 de septiembre. Día de la Independencia. Se conmemora la declaración de independencia de Uzbekistán respecto a la Unión Soviética en 1991.
• 1 de octubre. Día del Profesor.
• 8 de diciembre. Se conmemora la proclamación de la constitución uzbeca.